Rennes: la puerta de entrada a Bretaña


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Bretaña es una de las regiones francesas con más misterios, y atrae a los viajeros por distintas razones. Historia, arquitectura, cultura, identidad y gastronomía, son los principales motivos por los cuales llegan a esta región turistas de todas partes del mundo.

Era octubre cuando visité Rennes, la capital de Bretaña, y también la del Departamento de Ile-et-Vilaine. Como el clima en Bretaña tiene fama de no ser el ideal, no esperaba demasiado en ese sentido. Sin embargo, la suerte estuvo de mi lado y pude recorrer la ciudad a pleno sol, un día otoñal fresco y con pocas nubes.

La capital bretona, también conocida como Resnn en galó y Roazhon en bretón, está situada en la confluencia de los ríos Ile y Vilaine. Es una ciudad relativamente pequeña, pero tiene la ventaja de ser una base ideal para explorar la zona, ya que a su alrededor se encuentran poblados fascinantes y está muy cerca del famoso Mont Saint-Michel.

Fue fundada por los redones, un pueblo galo de origen celta. La denominación original de la ciudad fue Condate, palabra celta que significa confluencia. En el año 57 antes de Cristo, la ciudad -como toda la región- fue sometida por los romanos, quienes la llamaron Condate Riedonum, capital de Civitas Riedonum. La ciudad tenía una localización estratégica para el imperio y eso le trajo gran importancia. En el año 275, la ciudad fue amurallada por la amenaza de los pueblos bárbaros y se la conocía como la ciudad roja por el color de sus murallas de ladrillo.

Durante el siglo V, toda la península Armoricana -incluyendo a Rennes- constituía el último bastión del imperio romano de occidente. En el año 497, se selló el tratado de paz con los francos. Desde entonces, comenzaron a llegar los bretones que se asentaron en el oeste, en lo que empezó a llamarse Little Britain o Bretaña, mientras que los francos permanecieron en el resto de Armorica. A pesar de que los francos establecieron la denominada Marca Bretona para controlar la ocupación de sus vecinos, Rennes fue dominada por los bretones en el año 851 y desde entonces fue totalmente una ciudad bretona. Luego sería nombrada capital del Ducado de Bretaña.

Quai  Châteaubriand a lo largo del río Vilaine
Quai Châteaubriand a lo largo del río Vilaine

Salí del hotel y caminé por Avenue Jean Janvier, que nace directamente en la estación central de trenes. Continué por esta arbolada avenida hasta llegar al río Vilaine, que en esta zona está rectificado y muy adornado con macetas de flores en todas las barandas. Paseando por el Quai Châteaubriand, sin darme cuenta llegué a la Place de la République, donde está la estación central del metro. Rennes es una de las ciudades más pequeñas del mundo con una línea de metro en funcionamiento.

Típica construcción en el casco histórico de Rennes
Típica construcción en el casco histórico de Rennes

Continuando en dirección a la zona de la catedral, noté que las casas lucían algo más antiguas y las callejuelas adoquinadas serpenteaban por el barrio. La Rue du Chapitre y luego la Rue du Griffon, me llevaron hasta la puerta de la Cathédrale Saint-Pierre de Rennes. Los trabajos en el edificio de la catedral comenzaron en el siglo XVI, y la fachada se completó un siglo más tarde. El resto fue construido a partir de 1784, con distintas modificaciones a lo largo de los años.

Edificio entramado en Place des Lices
Edificio entramado en Place des Lices

Enseguida entré a la Place des Lices, donde funciona el mercado de artesanos, productores y floristas cada sábado por la mañana desde el año 1622. La plaza está rodeada por bellos edificios de piedra con entramados de madera que le daban calidez al otoño bretón. Amarillos, ocres y dorados están perfectamente combinados en esas antiguas construcciones frente a la plaza. Los edificios de este estilo que se aprecian hoy, si bien están perfectamente restaurados, son los que sobrevivieron al gran incendio que ocurrió en la ciudad en el año 1720. En contraste, se notan aquéllos construidos con posterioridad en estilo neoclásico, y que se ven especialmente en el sector céntrico donde las calles son perfectamente rectas.

Place Sainte-Anne
Place Sainte-Anne

Siguiendo hacia el noreste, llegué a la Place Sainte-Anne, un lugar muy concurrido por locales y turistas debido a la gran cantidad de bares y restaurantes donde se ofrecen las mejores opciones de gastronomía bretona. Si bien era otoño, el clima permitía disfrutar de alguna comida ligera en una de las tantas terrazas sobre las veredas. El plato más famoso en Bretaña es la galette, una variante del crêpe en la que se utiliza para la masa harina de alforfón -conocido como trigo sarraceno- y agua. Generalmente están rellenas con ingredientes salados, como quesos, hongos, carnes y fiambres. Ante la duda frente a tanta variedad, lo recomendable es pedir la galette complète, rellena de jamón cocido, queso Emmental rallado y un huevo al plato. Son bastante grandes así que es posible que no dejen un espacio para el postre.

Reloj de sol en el frontón del Parlamento de Bretaña
Reloj de sol en el frontón del Parlamento de Bretaña

Volviendo al centro geográfico de la ciudad, decidí pasar por la Place du Palais, donde se encuentra uno de los edificios más conocidos de la ciudad: el Palacio del Parlamento de Bretaña.

La historia cuenta que en 1561 el Parlamento se establece en Rennes y el entonces rey Henri II invita a los nobles parlamentarios a edificar un palacio digno de su función política y jurídica. El edificio nació de los planos de Germain Gaultier y fue continuado por el arquitecto del Palacio de Luxemburgo en París, Salomon de Brosse, quien conservó la idea de usar granito en la planta baja, pero prefirió la blancura de la toba calcárea para la planta superior. La construcción del edificio finalizó en 1655, pero para decorarlo se necesitaron carpinteros, escultores y pintores hasta el año 1709.

Figuras alegóricas sobre el techo del Parlamento de Bretaña
Figuras alegóricas sobre el techo del Parlamento de Bretaña

El palacio está decorado a nivel del techo, con figuras alegóricas de plomo cubiertas en hojas de oro, que representan la Elocuencia, la Fortaleza, el Derecho y la Justicia. Luego del incendio de 1720 se diseñó la actual plaza real.

La Ópera de Rennes
La Ópera de Rennes

Salí de la plaza por la derecha y enseguida apareció la Place de la Mairie. Mirando hacia el sur, a la derecha se encuentra el Hôtel de Ville, en el que destaca la torre del reloj que reemplazó al antiguo campanario. A la izquierda se yergue la Ópera de Rennes, en perfecto contraste con su vecino. Su saliente redondeada sobre la plaza responde al hueco del edificio del ayuntamiento exactamente enfrente del teatro. La Ópera y los edificios residenciales que la rodean fueron diseñados en el año 1836.

Esta plaza es un punto de encuentro para los habitantes de la ciudad. Mucha gente pasa por allí y en aquel momento había una exhibición de fotografías al aire libre que atraía aún más visitantes.

Palacio y Jardin Saint-Georges
Palacio y Jardin Saint-Georges

Finalmente decidí buscar un lugar para sentarme al aire libre, y elegí el Jardin Saint-Georges, enfrente al palacio del mismo nombre y a unos 400 metros de la Place de la Mairie. El Palais Saint-Georges fue construido en 1670, para reemplazar a una antigua abadía que estaba en ese mismo lugar. La abadesa Magdelaine de la Fayette, cuyo nombre aparece en letras de hierro atornilladas a la fachada, fue quien encargó su construcción. El jardín es extremadamente colorido por la variedad de plantas y flores que forman parte de su decoración. El clima continuaba agradable así que fue el lugar ideal para tomar un descanso luego de un recorrido completo por el centro de la ciudad. Los días siguientes serían enteramente dedicados a viajes cortos por los encantadores pueblos que rodean a la capital bretona. Rennes fue la puerta de entrada a esta apasionante región de Francia.

© Todos los textos e imágenes (a menos que se indique lo contrario) son propiedad de Roberto Rodriguez y Viajemosblog (2014).

8 comentarios sobre “Rennes: la puerta de entrada a Bretaña

  1. Rennes es muy bonita, la visite en una tarde lluviosa y me parecio un sitio digno de visitar. La arquitectura bretona de entramado,las calles medievales y las plazas y calles mas clasicas y afrancesadas le dan un aire señorial a la ciudad. Me encanto el color de la piedra de la ciudad.Es muy agradable,como todo en Francia. Felicidades por tan bonitos viajes!!

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      1. Hola Roberto, yo solo conoci Rennes y Mount Saint Michel en Normandia,casi Bretaña, que es alucinante y supongo que conoces. Un dia de estos quisiera visitar otros pueblos de la Brataña francesa como Vitre, Josselin, Fougeres, Quimper, St Malo y Dinan. Un sueño que quiero hacer realidad. Esa region es de por si un pais dentro de otro!
        Se aprecia tu buen gusto y sensibilidad!
        Saludos

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