Carcassonne: el renovado encanto de la ciudad medieval

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En algo menos de una hora, la Autoroute des Deux Mers me llevó desde la costa del Mediterráneo hasta mi nuevo destino en el sur de Francia: la ciudad de Carcassonne. 

También conocida en español como Carcasona, o Carcassona en occitano, está situada a orillas del río Aude, es la capital del departamento del mismo nombre y se encuentra al sur de la región Languedoc-Roussillon. 

El clima frío continuaba pero afortunadamente los días de lluvia no fueron mayoría. El tenue sol de febrero podía disfrutarse desde la mitad de la mañana hasta las cuatro o cinco de la tarde. Días antes de llegar, había reservado una corta estadía de dos noches en el Hotel Mercure Carcassonne Porte de la Cité que se encuentra situado a metros de la ciudad medieval fortificada, el principal objetivo de mi visita.

El Pont Vieux sobre el río Aude y la ciudad medieval al fondo
El Pont Vieux sobre el río Aude y la ciudad medieval al fondo

Carcassonne es conocida por su ciudadela amurallada, un conjunto arquitectónico medieval restaurado por Eugène Viollet-le-Duc en el siglo XIX y declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997.

Si bien los límites de la ciudad de Carcassonne van más allá de su ciudadela, dediqué prácticamente todo el tiempo a pasear por esta última, la cual tiene una interesante historia. Es recomendable conocer algo de ella antes de llegar, para entender que es lo que realmente vemos hoy cuando la visitamos.

En el promontorio donde está situada la ciudadela, es donde se han hallado las huellas humanas más antiguas, que datan del siglo VI antes de Cristo. Hacia el año 300 antes de Cristo, un pueblo de origen celta con un nombre poco conocido por estas latitudes -los volcas tectósages- se sometieron a los íberos del Languedoc y conquistaron el área donde hoy se encuentra la ciudadela. En el siglo primero antes de Cristo, este asentamiento, Carcaso Volcarum Tectosagum, se convirtió en la Colonia Iulia Carcaso. Durante los turbulentos siglos III y IV, el asentamiento necesitó protegerse con la construcción de un muro de unos 1.200 metros de largo. La fortificación constaba de dos líneas de murallas y un castillo, a su vez rodeada de fortificaciones que se extienden en una longitud total de 3 kilómetros. Las murallas romanas se fortalecieron con bastiones en forma de herradura, a intervalos más o menos regulares.

Carcassonne empezó a ser estratégicamente importante a partir del momento en el que los romanos fortificaron el promontorio y convirtieron al asentamiento en el centro administrativo de la Colonia Iulia Carcaso, denominada más adelante como Carcasum y Carcasso. En el siglo V llegaron los visigodos que dominaron gran parte de España y el Languedoc. Los árabes la conquistaron en el año 724, pero fueron expulsados ​​en el 759, después de un sitio dirigido por Pipino el Breve.

Tras la muerte de Carlomagno, el imperio comenzó a desmembrarse y se dio paso a la época feudal, cuando entraron en escena los Trencavel, una importante dinastía vizcondal que rigió varias zonas del Languedoc entre el siglo X y el XIII. En este período se desarrolló rápidamente el catarismo o doctrina de los cátaros (o albigenses), un movimiento religioso de carácter gnóstico arraigado en el Languedoc, donde contaba con la protección de algunos señores feudales. Raymond Roger Trencavels, vizconde de Carcassonne, toleraba y protegía la herejía en sus tierras, y por ello sufrió los embates de las cruzadas promovidas por el Papa. Todo terminó en 1209 cuando finalmente la ciudadela y las tierras de Trencavel fueron transferidas al jefe militar de la cruzada, Simon de Montfort, y más tarde, en 1224, serían cedidas al Rey de Francia.

El Pont Vieux sobre el río Aude. A la derecha el camino se dirige hacia la Bastide Saint-Louis.
El Pont Vieux sobre el río Aude. A la derecha el camino se dirige hacia la Bastide Saint-Louis.

Bajo los reinados de Luis IX, Felipe el Atrevido y Felipe el Hermoso, la ciudadela adquirió su fisonomía actual. Al nacer el nuevo burgo de la Bastide Saint-Louis en la orilla izquierda del río Aude, la ciudadela se reafirma en su papel de fortaleza real. Sin embargo, el uso de nuevas técnicas de guerra y la retirada de la frontera franco-española en 1659 con la Paz de los Pirineos, conduce poco a poco a su abandono. En el siglo XVIII ya no es más que un barrio miserable y alejado de la rica ciudad al otro lado del río. Fue gracias a la acción del célebre arquitecto Viollet-le-Duc que Carcassonne se salvó de la demolición, y hoy todos podemos disfrutar de la ciudad fortificada mejor conservada de Europa.

El busto de Dame Carcas en la Porte Narbonnaise
El busto de Dame Carcas en la Porte Narbonnaise

El recorrido por la ciudadela lo inicié desde el este, ingresando por la Porte Narbonnaise o Puerta de Narbona, orientada hacia la ciudad de la costa mediterránea que le da el nombre. Fue construida alrededor del año 1280 durante el reinado de Felipe III de Francia y está protegida por una barbacana. Allí se encuentra el busto de Dame Carcas, la princesa sarracena protagonista de una famosa leyenda aparecida en el siglo XVI. Según dicha leyenda, cuando la ciudadela fue ocupada por los sarracenos, Carlomagno continuó atacándola por 5 años. Como el pueblo se estaba quedando sin provisiones, Dame Carcas, viuda del rey Ballak y a cargo de la ciudadela, tuvo la idea de mostrar abundancia para desconcertar al enemigo. Fue así que hizo que el último cerdo que quedaba, se comiera la última ración de trigo que había y lo arrojó fuera de la ciudadela. Cuando Carlomagno notó que habían arrojado un cerdo repleto de trigo desde la muralla, pensó que en la ciudadela sobraba la comida y decidió retirarse. Dame Carcas hizo sonar todas las campanas para celebrar la victoria. Los soldados decían entonces Carcas sonne, en referencia a que Dame Carcas estaba haciendo sonar las campanas. El origen del nombre de la ciudad se le atribuye a esta leyenda.

Una vez pasada la puerta, ingresé a la ciudadela por la Rue Cros Mayrevieille donde se encuentran los principales comercios. El que más llamó mi atención fue La Cure Gourmande, que es el paraíso de los dulces, el chocolate y las galletas. Al llegar a la Place du Château, giré hacia la izquierda para entrar en la pequeña Place Marcou, un sitio ideal para relajarse en alguna de las terrazas de los cafés y restaurantes de la ciudadela.

Una de las puertas de acceso a la Basilique Saint-Nazaire
Una de las puertas de acceso a la Basilique Saint-Nazaire

Desde allí, y siguiendo por la Rue du Plo, fue muy sencillo encontrar la Basilique Saint-Nazaire, una iglesia románica, cuya parte más antigua se remonta al siglo XI. En su emplazamiento originalmente existía una catedral carolingia de la cual no queda vestigio alguno. En el siglo XII se construyó la nave actual, que se dejó intacta durante las ampliaciones de la época gótica. El portal románico se reformó completamente en el siglo XIX durante la restauración de Viollet-le-Duc. En 1801, a la iglesia se le quitó el rango de catedral de Carcassonne en favor de la iglesia de Saint-Michel, situada en la ciudad baja. Se convirtió en basílica en 1898.

Edificio frente a la Place Auguste Pierre Pont
Edificio frente a la Place Auguste Pierre Pont

Siguiendo por el lado norte de la iglesia ingresé a la pequeña Place Auguste Pierre Pont. Allí se abren dos callecitas, a cada lado de un edificio muy particular. Elegí seguir por la romántica Rue Saint-Louis, hacia la derecha.

Rue Saint-Louis
Rue Saint-Louis

Caminé a lo largo de la Rue Saint-Louis, donde me detuve algunos minutos para dejar que el escaso tiempo que habitualmente tenemos en los viajes, se haga eterno en ese instante. Allí, en esa callecita vacía, se dejaba percibir el paso de los años, y pensé en las tantas historias que podrían haber ocurrido por aquellos lugares, tan añejos y misteriosos. Esas cosas que tiene Europa, solamente Europa.

Frente del Château Comtal
Frente del Château Comtal

Finalmente llegué al Château Comtal. Situado en el oeste de la ciudad fortificada, el castillo condal se encuentra adosado a la muralla exterior. Su construcción fue iniciada por Bernard Aton IV Trencavel durante el período románico, hacia el año 1130. Durante la época de dominio real francés, entre 1228 y 1239, se lo rediseñó en su totalidad con el fin de convertirlo en una fortaleza dentro de la ciudadela.

Foso y puente de acceso al Château Comtal
Foso y puente de acceso al Château Comtal

Es impactante el foso que rodea completamente la pared interna. La puerta de entrada al castillo, enmarcada por dos torres, solo es accesible por un puente con una parte fija de piedra seguido por una parte levadiza impulsada por contrapesos. El castillo y sus murallas incluyen nueve torres, dos de las cuales son de época visigoda.

Con estas bellas imágenes que quedaron grabadas en mis retinas, concluí mi visita a la ciudad medieval de Carcassonne y aproveché las últimas horas del sol de la tarde para caminar a lo largo de las murallas. El tamaño de estas paredes hace que uno se sienta terriblemente insignificante. Debe haber sido esa la idea de quienes lo diseñaron. Hacer sentir al enemigo, un diminuto visitante.

© Todos los textos e imágenes (a menos que se indique lo contrario) son propiedad de Roberto Rodriguez y Viajemosblog (2015).

Chartres: la catedral gótica y su entorno

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Los poco más de noventa kilómetros que separan París de Chartres, los recorrí en automóvil en alrededor de una hora y quince minutos. Fue en octubre, un mes algo fresco y lluvioso en esta zona de Francia. Chartres es la capital del departamento Eure-et-Loir en la Región Centre, y es una ciudad famosa por su bellísima catedral gótica, que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979.

Cathédrale Notre-Dame de Chartres
Cathédrale Notre-Dame de Chartres vista desde el ingreso a la ciudad

Chartres fue una de las principales ciudades de los Carnutes, un poderoso pueblo galo situado en el corazón de la Galia antes de la conquista romana, que ocupaba un territorio especialmente extenso de lo que hoy son los departamentos de Eure-et-Loir, Loiret y Loir-et-Cher. El territorio de los carnutes era considerado por los romanos como el centro político y religioso de las naciones galas. Los principales asentamientos fortificados eran Cenabum, la moderna Orléans, y Autricum o Carnutes, posteriormente llamada Chartres. La gran asamblea anual de los druidas galos tenía lugar en uno u otro de estos asentamientos. Los romanos la llamaron Autricum por el río Autura -hoy Eure- sobre cuyas orillas fue fundada, y después Civitas Carnutum. La ciudad fue incendiada por los normandos en el año 858, y sitiada por ellos sin éxito en el 911.

Durante la Edad Media fue la capital de la región de Beauce, y dio su nombre a un condado que más tarde fue elevado al rango de ducado. Chartres estuvo bajo el poder de los ingleses entre 1417 y 1432. Con el inicio de la Guerra Franco-Prusiana fue capturada por los alemanes en 1870, y continuó siendo un importante centro de operaciones durante el resto de la campaña. La ciudad sufrió graves daños a causa de los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, pero la catedral se salvó gracias a un oficial del ejército estadounidense que desafió la orden de destruirla.

Luego de encontrar un estacionamiento cercano, me dirigí a pie hacia el conjunto de la Cathédrale Notre-Dame de Chartres. Esta magnífica obra fue iniciada en el año 1145 y recomenzada tras el incendio sufrido en 1194. La construcción fue finalizada en 1220. Representativa del apogeo del arte gótico francés, esta catedral dotada de una vasta nave de estilo ojival, de pórticos ornados con esculturas de mediados del siglo XII, y de magníficos vitrales de los siglos XII y XIII es una obra maestra excepcionalmente bien conservada. La catedral actual, es la última edificación de al menos cinco que han ocupado el lugar desde que la ciudad se convirtió en un obispado en el siglo IV.

Otro de los rosetones de la catedral
Detalle del rosetón occidental, circa 1215

Sin duda, lo primero que llamó mi atención al ingresar a la catedral fueros los fabulosos y enormes vitrales. Allí se encuentra el ensamble de vitrales más importante del siglo XIII. Los trabajos de conservación ayudaron a que más del 80% de la superficie siga siendo la original. Los vívidos colores y magníficos diseños facilitan al visitante el viaje a los momentos religiosos de la historia. Es imposible no detenerse ante tanta belleza y dedicar unos momentos para apreciar los detalles.

El rosetón del crucero sur, circa 1221-1230
El rosetón del crucero sur, circa 1221-1230

La catedral tiene tres rosetones y cada uno de ellos tiene un tamaño impresionante. Sus diseños con círculos de distintos diámetros le dan un movimiento único a toda la pieza. Cada imagen, con sus colores firmes y excelente detalle, cuenta una historia religiosa con tono medieval. Son dibujos muy precisos, y no hace falta mucha luz para verlos. De hecho, el día de mi visita era gris y lluvioso y los pude apreciar en todo su esplendor.

El rosetón occidental, realizado alrededor del año 1215 y de 12 metros de diámetro muestra el Juicio Final. El óculo central contiene la figura de Cristo como Juez, rodeado por dos anillos de doce medallones cada uno. El rosetón del crucero sur, de 10,5 metros de diámetro, fue realizado entre 1221 y 1230. Está dedicado a Cristo, que se muestra en el óculo central con la mano derecha levantada en bendición y rodeado de ángeles. Dos anillos exteriores de doce círculos cada uno contienen a los veinticuatro Ancianos del Apocalipsis, llevando recipientes de cristal e instrumentos musicales. El rosetón del crucero norte, también de 10,5 metros de diámetro, fue realizado alrededor del año 1235, y está dedicado a la Virgen. El óculo central muestra a la Virgen con el Niño y está rodeado de doce pequeñas ventanas con forma de pétalo, cuatro de ellas con palomas y el resto con ángeles que llevan candelabros.

Detalle del vitral en uno de los ventanales
Detalle del vitral en uno de los ventanales

Aparte de los rosetones, cada uno de los tantos ventanales contiene figuras religiosas que se muestran con gran detalle y mucho color. Son tantos que llevaría horas poder verlos a todos. En Chartres, casi la totalidad de las 176 ventanas de la catedral se llenaron con vitrales de similar densidad, es decir que prácticamente no existen allí los vidrios planos o grisados. De esta forma, se creó un interior relativamente oscuro pero muy colorido, en el que la luz que se filtraba a través de las simbólicas ventanas era la principal fuente de iluminación.

El reloj astronómico de la catedral data del año 1528
El reloj astronómico de la catedral data del año 1528

Saliendo de la catedral, pude apreciar su arquitectura exterior. Desde el reloj astronómico de 1528, hasta las estatuas que adornan sus pórticos, todo está impecablemente conservado. El edificio tiene tres grandes fachadas, cada una con tres portales, que se abren hacia la nave desde el oeste y hacia los cruceros norte y sur. El portal central de cada fachada es particularmente grande y sólo se utiliza para ceremonias especiales, mientras que los dos portales laterales más pequeños son los que se utilizan a diario.

La fachada oeste de la catedral desde la Rue Percheronne
La fachada oeste de la catedral desde la Rue Percheronne

Los laterales del edificio son los más indicados para apreciar los detalles del estilo gótico. Un paseo por la calle lateral Cloître Notre Dame, me permitió saborear el encanto medieval, y descubrir lugares acogedores para comer algo. La tenue lluvia había alejado a los turistas, y era un buen momento para tentarse en alguno de estos sitios, ya que mi viaje continuaría esa misma tarde hacia la costa normanda.

Cloître Notre Dame, calle lateral de la catedral
Cloître Notre Dame, calle lateral de la catedral

Desde el interior del bar llamaron mi atención las bonitas calles que caracterizan al casco antiguo de Chartres. La historia se puede palpar en todos lados. Esto es lo que le da un toque especial al encanto de la ciudad. Y la lluvia favorecía esa sensación, en un entorno que invitaba a descubrir lo que apareciera a la vuelta de cada esquina.

Salón de té en el casco histórico de Chartres
Salón de té en el casco antiguo de Chartres

Estas empinadas y estrechas calles del casco antiguo contrastan con los amplios bulevares que lo rodean y separan de los suburbios. Algunas callecitas muy oscuras, casi sin veredas, me recordaban a otros tantos pequeños pueblos europeos con las mismas características. Esas que siempre llamarán mi atención.

Callecita de Chartres
Callecita de Chartres

Y llegó el momento de dejar la ciudad. Otra de las muchas que me impresionó por su monumentalidad y su carácter. Escondida en medio de Francia, Chartres invita a los miles de turistas que pasan por París a darse una escapada memorable. Tanto como la mía, ya que hasta hoy recuerdo los pasos, entre charcos y empedrado.

© Todos los textos e imágenes (a menos que se indique lo contrario) son propiedad de Roberto Rodriguez y Viajemosblog (2014).

Annecy: la Venecia de los Alpes

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Llegué a Annecy a media mañana, luego de un viaje en auto desde Lyon que tomó alrededor de una hora y media. La pequeña ciudad, capital del departamento de Alta Saboya en la Región de Rhône-Alpes, es una de las más encantadoras de Francia. Una visita a Annecy y su hermoso lago, se convierte en una excelente opción para pasar el día desde Lyon, Chambéry o Ginebra.

Annecy es una de las más antiguas ciudades de los Alpes Franceses, hecho corroborado por los descubrimientos en la zona de importantes vestigios de aldeas lacustres que datan de alrededor del año 4.000 antes de Cristo. La historia más reciente, indica que los romanos fundaron Boutae, la primera localidad urbana, a mediados del siglo I antes de Cristo. Recién a partir del siglo XI, a orillas del río Thiou y protegido por el castillo, comienza a desarrollarse un nuevo burgo llamado Annecy-le-Neuf, para diferenciarse de Annecy-le-Vieux. Allí se mudan muchos artesanos para aprovechar la energía de uno de los ríos más cortos de Francia, de sólo 5 kilómetros de largo.

A principios del siglo XIII se instala en Annecy el conde de Ginebra, tras ser expulsado por graves conflictos con los obispos. Con posterioridad, se incorpora el territorio de Ginebra al Ducado de Saboya y se crea el «apanage» o infantazgo de Ginebra en 1514, lo que transforma a la ciudad en un centro administrativo y judicial de relevancia. En 1530, la Reforma religiosa en Ginebra hace necesaria la salida de su obispo, quien traslada su residencia a Annecy, convirtiendo a la ciudad en sede de la diócesis de Ginebra. En 1602 accede a la sede episcopal Francisco de Sales, reforzando el carácter religioso de Annecy, como bastión católico frente a la Ginebra protestante. Tras la Revolución, Saboya se incorpora a Francia en 1792 y la ciudad de transforma en centro manufacturero. Luego de un período de restauración dinástica, Saboya vuelve a incorporarse a Francia en 1860, y es en este momento cuando comienza el auge del turismo como motor del desarrollo de la ciudad.

El Hôtel de Sales del siglo XVII
El Hôtel de Sales del siglo XVII

Luego de encontrar un estacionamiento muy cómodo en la zona de Bonlieu, inicié mi recorrido por la Rue du Pâquier, donde se encuentra el Hôtel de Sales, construido por un sobrino nieto de Francisco de Sales a finales del siglo XVII. En la fachada se ven los bustos de las cuatro estaciones y el forjado del balcón con hojas de laurel entrelazadas, símbolo de la eternidad.

El Antiguo Ayuntamiento
El Antiguo Ayuntamiento y el símbolo de la trucha

Giré a la izquierda por la Rue Notre-Dame, donde se encuentra la iglesia de Notre-Dame-de-Liesse, y a su izquierda el antiguo Ayuntamiento, convertido en casa parroquial. Tiene un elegante forjado en su escalera de 1771, donde se muestra en primer plano la trucha que aparece en el escudo de Annecy. Continuando por la Rue Filaterie, pude apreciar las fachadas de los antiguos edificios y las arcadas típicas de esta parte de la ciudad.

Quai de la Cathédrale
Quai de la Cathédrale

Sin darme cuenta caminé hacia el Quai de la Cathédrale, uno de los sitios con más encanto de la ciudad. Fue muy agradable la caminata por los puentes de madera que cruzan el canal, en un entorno muy fresco y lleno de flores ya que había recién iniciado el verano. La combinación del tupido follaje verde y el gris de la piedra antigua de las construcciones lo convirtieron para mí en un lugar soñado.

La angulosa esquina del Palais de l'Ile
La angulosa esquina del Palais de l’Ile

Perdido entre callejuelas y canales, llegué al sitio donde se levanta el más famoso edificio de la ciudad: el Palais de l’Ile. Esta casa angulosa y recia parece un barco de piedra anclado en el río Thiou. Sus antiguas y gruesas rejas recuerdan que albergó a una prisión hasta 1864. También ha sido palacio de justicia y centro administrativo. Declarado monumento histórico en 1900, se trata de un edificio original cuyas partes más antiguas datan del siglo XII, y está construido sobre una isla de roca natural. Fue salvado de ser demolido en varias oportunidades. Hoy en día es un centro de exposiciones de arquitectura y patrimonio de la ciudad.

Quai de l'Evêché, Pont de l'Evêché y detrás el Pont Morens
Quai de l’Evêché, Pont de l’Evêché y detrás el Pont Morens

Seguí por el Quai de l’Ile que data del siglo XIX. Una de las orillas del canal conserva su aspecto original y sus casas bañadas por el río tienen puertas que dan directamente al agua, y a donde se llegaba únicamente en barcas. Pasando el Pont Morens, el primer puente de piedra del Thiou, llegué al Quai de l’Evêché. El Pont Morens estaba antiguamente cubierto de casas, y antes de que éstas fueran destruidas en el siglo XIX, se lo conocía con el nombre de Castillo Inestable. En ambos extremos del puente, la calzada pasa por debajo de las viviendas.

Muy cerca del Pont de la Republique, pude ver unas compuertas mecánicas que se utilizaban para conducir el agua a la turbina de la fábrica de algodón que se estableció en el monasterio de las Clarisas luego de la Revolución. Las compuertas del Thiou, que datan de 1874, constituyen una maravilla técnica y permitieron aumentar el nivel del lago en 20 centímetros con el fin de garantizar a las fábricas un caudal constante durante todo el año.

Los quais de Annecy cerca del Palais de l'Ile
Los quais de Annecy cerca del Palais de l’Ile

Volví hacia la orilla del lago y de regreso pude ver la ciudad desde otros ángulos. Los puentes y quais son un placer para la vista, y pude aprovechar de cada punto del recorrido para tomar varias fotografías. Las imágenes hacen de este lugar un sitio inolvidable. Si bien mucha gente se encontraba caminando por la ciudad, era un día bastante tranquilo lo que también le dio un toque especial a la visita.

El embarcadero sobre el Lago de Annecy
El embarcadero sobre el Lago de Annecy

Crucé el Pont de la Halle, para llegar al embarcadero. Es un lugar muy popular entre los visitantes, ideal para caminar, y se puede llegar muy lejos siguiendo la orilla del lago. Yo opté por recorrerlo algunos minutos, para luego regresar al puente y caminar por la otra orilla del embarcadero, donde se encuentran les Jardins de l’Europe.

El Palais de l'Ile
El Palais de l’Ile y el río Thiou

Desde esta parte de la ciudad, pude disfrutar de una panorámica del Thiou con el Palais de l’Ile al fondo. Delante se cruza el Pont Perrière para darle un toque veneciano a la postal.

Vista del Canal du Vassé desde el Pont des Amours
Vista del Canal du Vassé desde el Pont des Amours

Finalmente, y ya caminando por los jardines que bordean al lago, llegué al punto más romántico de la ciudad: el Pont des Amours. El arco formado por los árboles, los cisnes y el reflejo del sol en el agua del Canal du Vassé, hicieron de esta imagen uno de los más bonitos recuerdos que tengo de la bella Annecy, la Venecia de los Alpes.

© Todos los textos e imágenes (a menos que se indique lo contrario) son propiedad de Roberto Rodriguez y Viajemosblog (2014).

Rennes: la puerta de entrada a Bretaña

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Bretaña es una de las regiones francesas con más misterios, y atrae a los viajeros por distintas razones. Historia, arquitectura, cultura, identidad y gastronomía, son los principales motivos por los cuales llegan a esta región turistas de todas partes del mundo.

Era octubre cuando visité Rennes, la capital de Bretaña, y también la del Departamento de Ile-et-Vilaine. Como el clima en Bretaña tiene fama de no ser el ideal, no esperaba demasiado en ese sentido. Sin embargo, la suerte estuvo de mi lado y pude recorrer la ciudad a pleno sol, un día otoñal fresco y con pocas nubes.

La capital bretona, también conocida como Resnn en galó y Roazhon en bretón, está situada en la confluencia de los ríos Ile y Vilaine. Es una ciudad relativamente pequeña, pero tiene la ventaja de ser una base ideal para explorar la zona, ya que a su alrededor se encuentran poblados fascinantes y está muy cerca del famoso Mont Saint-Michel.

Fue fundada por los redones, un pueblo galo de origen celta. La denominación original de la ciudad fue Condate, palabra celta que significa confluencia. En el año 57 antes de Cristo, la ciudad -como toda la región- fue sometida por los romanos, quienes la llamaron Condate Riedonum, capital de Civitas Riedonum. La ciudad tenía una localización estratégica para el imperio y eso le trajo gran importancia. En el año 275, la ciudad fue amurallada por la amenaza de los pueblos bárbaros y se la conocía como la ciudad roja por el color de sus murallas de ladrillo.

Durante el siglo V, toda la península Armoricana -incluyendo a Rennes- constituía el último bastión del imperio romano de occidente. En el año 497, se selló el tratado de paz con los francos. Desde entonces, comenzaron a llegar los bretones que se asentaron en el oeste, en lo que empezó a llamarse Little Britain o Bretaña, mientras que los francos permanecieron en el resto de Armorica. A pesar de que los francos establecieron la denominada Marca Bretona para controlar la ocupación de sus vecinos, Rennes fue dominada por los bretones en el año 851 y desde entonces fue totalmente una ciudad bretona. Luego sería nombrada capital del Ducado de Bretaña.

Quai  Châteaubriand a lo largo del río Vilaine
Quai Châteaubriand a lo largo del río Vilaine

Salí del hotel y caminé por Avenue Jean Janvier, que nace directamente en la estación central de trenes. Continué por esta arbolada avenida hasta llegar al río Vilaine, que en esta zona está rectificado y muy adornado con macetas de flores en todas las barandas. Paseando por el Quai Châteaubriand, sin darme cuenta llegué a la Place de la République, donde está la estación central del metro. Rennes es una de las ciudades más pequeñas del mundo con una línea de metro en funcionamiento.

Típica construcción en el casco histórico de Rennes
Típica construcción en el casco histórico de Rennes

Continuando en dirección a la zona de la catedral, noté que las casas lucían algo más antiguas y las callejuelas adoquinadas serpenteaban por el barrio. La Rue du Chapitre y luego la Rue du Griffon, me llevaron hasta la puerta de la Cathédrale Saint-Pierre de Rennes. Los trabajos en el edificio de la catedral comenzaron en el siglo XVI, y la fachada se completó un siglo más tarde. El resto fue construido a partir de 1784, con distintas modificaciones a lo largo de los años.

Edificio entramado en Place des Lices
Edificio entramado en Place des Lices

Enseguida entré a la Place des Lices, donde funciona el mercado de artesanos, productores y floristas cada sábado por la mañana desde el año 1622. La plaza está rodeada por bellos edificios de piedra con entramados de madera que le daban calidez al otoño bretón. Amarillos, ocres y dorados están perfectamente combinados en esas antiguas construcciones frente a la plaza. Los edificios de este estilo que se aprecian hoy, si bien están perfectamente restaurados, son los que sobrevivieron al gran incendio que ocurrió en la ciudad en el año 1720. En contraste, se notan aquéllos construidos con posterioridad en estilo neoclásico, y que se ven especialmente en el sector céntrico donde las calles son perfectamente rectas.

Place Sainte-Anne
Place Sainte-Anne

Siguiendo hacia el noreste, llegué a la Place Sainte-Anne, un lugar muy concurrido por locales y turistas debido a la gran cantidad de bares y restaurantes donde se ofrecen las mejores opciones de gastronomía bretona. Si bien era otoño, el clima permitía disfrutar de alguna comida ligera en una de las tantas terrazas sobre las veredas. El plato más famoso en Bretaña es la galette, una variante del crêpe en la que se utiliza para la masa harina de alforfón -conocido como trigo sarraceno- y agua. Generalmente están rellenas con ingredientes salados, como quesos, hongos, carnes y fiambres. Ante la duda frente a tanta variedad, lo recomendable es pedir la galette complète, rellena de jamón cocido, queso Emmental rallado y un huevo al plato. Son bastante grandes así que es posible que no dejen un espacio para el postre.

Reloj de sol en el frontón del Parlamento de Bretaña
Reloj de sol en el frontón del Parlamento de Bretaña

Volviendo al centro geográfico de la ciudad, decidí pasar por la Place du Palais, donde se encuentra uno de los edificios más conocidos de la ciudad: el Palacio del Parlamento de Bretaña.

La historia cuenta que en 1561 el Parlamento se establece en Rennes y el entonces rey Henri II invita a los nobles parlamentarios a edificar un palacio digno de su función política y jurídica. El edificio nació de los planos de Germain Gaultier y fue continuado por el arquitecto del Palacio de Luxemburgo en París, Salomon de Brosse, quien conservó la idea de usar granito en la planta baja, pero prefirió la blancura de la toba calcárea para la planta superior. La construcción del edificio finalizó en 1655, pero para decorarlo se necesitaron carpinteros, escultores y pintores hasta el año 1709.

Figuras alegóricas sobre el techo del Parlamento de Bretaña
Figuras alegóricas sobre el techo del Parlamento de Bretaña

El palacio está decorado a nivel del techo, con figuras alegóricas de plomo cubiertas en hojas de oro, que representan la Elocuencia, la Fortaleza, el Derecho y la Justicia. Luego del incendio de 1720 se diseñó la actual plaza real.

La Ópera de Rennes
La Ópera de Rennes

Salí de la plaza por la derecha y enseguida apareció la Place de la Mairie. Mirando hacia el sur, a la derecha se encuentra el Hôtel de Ville, en el que destaca la torre del reloj que reemplazó al antiguo campanario. A la izquierda se yergue la Ópera de Rennes, en perfecto contraste con su vecino. Su saliente redondeada sobre la plaza responde al hueco del edificio del ayuntamiento exactamente enfrente del teatro. La Ópera y los edificios residenciales que la rodean fueron diseñados en el año 1836.

Esta plaza es un punto de encuentro para los habitantes de la ciudad. Mucha gente pasa por allí y en aquel momento había una exhibición de fotografías al aire libre que atraía aún más visitantes.

Palacio y Jardin Saint-Georges
Palacio y Jardin Saint-Georges

Finalmente decidí buscar un lugar para sentarme al aire libre, y elegí el Jardin Saint-Georges, enfrente al palacio del mismo nombre y a unos 400 metros de la Place de la Mairie. El Palais Saint-Georges fue construido en 1670, para reemplazar a una antigua abadía que estaba en ese mismo lugar. La abadesa Magdelaine de la Fayette, cuyo nombre aparece en letras de hierro atornilladas a la fachada, fue quien encargó su construcción. El jardín es extremadamente colorido por la variedad de plantas y flores que forman parte de su decoración. El clima continuaba agradable así que fue el lugar ideal para tomar un descanso luego de un recorrido completo por el centro de la ciudad. Los días siguientes serían enteramente dedicados a viajes cortos por los encantadores pueblos que rodean a la capital bretona. Rennes fue la puerta de entrada a esta apasionante región de Francia.

© Todos los textos e imágenes (a menos que se indique lo contrario) son propiedad de Roberto Rodriguez y Viajemosblog (2014).

Estrasburgo: la Petite France y los rincones de la Grande Île

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En el camino entre Luxemburgo y Alemania, decidí pasar algunos días en Estrasburgo, una ciudad repleta de encantos. Era mi segunda visita a la capital de Alsacia, que está situada al oeste de Francia, sobre la frontera germana. La ciudad está construida sobre las márgenes del río Ill, en su confluencia con el Rin, siendo ésta un área muy rica en agua potable y fragmentada en gran cantidad de islas fluviales. En su área urbana viven más de un millón de habitantes.

La región de Alsacia, conocida entre otras cosas por una historia bastante convulsionada, fue objeto de disputas entre alemanes y franceses durante décadas, lo que provocó que cambiara de soberanía en distintos momentos de la historia. La ciudad hoy es un símbolo de la Unión Europea, siendo la sede de numerosas instituciones comunitarias.

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La orilla del río Ill ingresando a la Grande Île

Era agosto y el clima se presentaba bastante impredecible, con lluvias aisladas pero también con momentos soleados que había que aprovechar para caminar. Mi objetivo era conocer el centro histórico de la ciudad, construido precisamente sobre la Grande Île y que fuera el sitio original del castrum romano de Argentoratum. El centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1988.

Las torres de los Ponts Couverts
Las torres de los Ponts Couverts

Ni bien llegué a la ciudad, me alojé en un hotel en la Rue de Molsheim, y por ello decidí empezar a recorrerla por la zona más cercana: los Ponts Couverts. Crucé el Pont des Frères Matthis, y caminado por la Rue de Cygne llegué a los renombrados Puentes Cubiertos, que aunque la palabra lo indique, ya no poseen ninguna cubierta. Se trata de un antiguo complejo de fortificaciones del siglo XIII, que consta de tres torres macizas unidas por puentes, y que en aquella época estaban cubiertos por una estructura de madera, y se utilizaban para controlar el acceso a la ciudad por el río Ill. Las altas torres de ladrillo garantizaban la defensa de Estrasburgo.

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Ingresando a la Petite France desde los Ponts Couverts

Crucé las dos primeras secciones de las tres que tienen los Ponts Couverts, hasta llegar al Quai de la Petite France, donde empecé a seguir el curso del río Ill. Mientras caminaba, mantuve la mirada a lo largo de la línea de casas entramadas del otro lado del río. La variedad de la paleta de colores expuesta en los edificios fue lo que más llamó mi atención, desde las paredes azules, amarillas y rosadas hasta las persianas en tonos verdosos y celestes. Con esas imágenes en mi retina llegué al primer puente que conecta este pequeño islote con la Grande Île. La Petite France era la zona donde se encontraban las curtiembres y los mataderos, y curiosamente, el nombre del barrio más visitado de Estrasburgo no está vinculado a algo turístico. El nombre Petite France viene del hecho de que esta zona era propiedad del hospital utilizado para atender a los pacientes de lo que los alemanes llamaban la «enfermedad francesa», más precisamente la sífilis. Nunca lo hubiera imaginado.

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La Maison des Tanneurs y el ingreso a la Place Benjamin Zix

Siguiendo por la Rue du Bain aux Plantes, llegué a la Maison des Tanneurs, nada menos que una curtiembre de 1572 transformada a restaurant en 1949. El entramado es algo característico de este edificio, como lo es para la mayoría de las casonas de la Petite France. Realmente sentía que estaba caminando por una ciudad medieval. Enseguida me encontré con la Place Benjamin Zix, la más animada del barrio, con terrazas que invitan a sentarse a disfrutar del entorno. Es cierto que hay muchos turistas recorriendo la ciudad, sin embargo en este lugar es posible respirar el típico aire alsaciano. Aromas de la comida regional inundan la plaza, y sentarse allí en alguna terraza y dejar pasar el tiempo es algo que quisiera recomendar. Hay momentos en que estas cosas hacen falta para poder vivenciar la atmósfera del lugar que uno está visitando.

Y llegó el momento de perderse por la ciudad. Fue entonces cuando guardé el mapa en el bolsillo del pantalón y seguí el recorrido elegido por mi intuición. Las calles son entreveradas y con muchas curvas así que perderse fue fácil y divertido. Atravesé pequeños puentes, algunos con exclusas, visité varios negocios de souvenirs, para comprar lo que siempre me llevo de recuerdo -algún pin- y me mezclé con la gente que usaba las estrechas pasarelas entre los canales. El momento cuando uno se deja llevar es el más importante para descubrir el espíritu del lugar.

Catedral Notre-Dame de Strasbourg
Catedral Notre-Dame de Strasbourg

Dejé atrás la Petite France y me dirigí hacia la Place de la Cathédrale. Ingresé desde la Rue Mercière, que es la que ofrece la mejor vista. Sin duda, la catedral de Estrasburgo es un símbolo y joya de la arquitectura de la ciudad. Fue construida entre el siglo XII y el siglo XVI. Es un imponente edificio de arenisca roja, con una torre de 142 metros de altura por la cual fue hasta el siglo XIX el edificio religioso más alto de Europa. El estilo del edificio es principalmente gótico, aunque se mantienen algunos elementos de estilo románico. Tuve la impresión de estar ante una elegante fachada que ha requerido de un trabajo extremadamente detallado, sobre todo por la cantidad de esculturas que se encuentran en cada rincón donde observaba. Además es muy atractiva en la noche, ya que se ilumina con distintos colores y vale la pena ir especialmente a ver el espectáculo.

La Maison Kammerzell
La Maison Kammerzell

En el nº 16 de la plaza, se levanta una de las más famosas edificaciones de Estrasburgo: la Maison Kammerzell. Fue construida en 1427, y modificada en años posteriores perteneciendo como está hoy al estilo renacentista alemán. La planta baja está hecha de piedra y las plantas superiores son de entramado de madera. Son notables las esculturas talladas en la madera, y las ventanas superiores con vidrios de forma circular. Las esculturas que se despegan de su fachada representan escenas sagradas y profanas. Sin duda es uno de los edificios medievales mejor conservados de la ciudad.

Uno de los laterales de Place Kléber
Uno de los laterales de Place Kléber

Para finalizar el día en el centro histórico, caminé hacia la Place Kléber, la plaza central de la ciudad. Es mucho más amplia comparada con las anteriores y en sus calles laterales se han instalado las tiendas más prestigiosas. Muchas funcionan en la planta baja del palacio L’Aubette, construido en el siglo XVIII en estilo neoclásico. Siendo una plaza tan amplia, pude ver mejor los edificios y en uno de sus flancos, uno muy angosto llamó mi atención inmediantamente. Y de allí me llevé la imagen que resume a Estrasburgo en una sola: una línea de casas estrechas, con paredes entramadas, edificios con formas que no respetan los ángulos rectos y de tonos llamativos. Y todo me dejó esa sensación de estar en otro momento de la historia, cientos de años atrás, como si el tiempo no hubiese pasado. Esa es la magia de aquellos lugares que siempre quise conocer.

© Todos los textos e imágenes (a menos que se indique lo contrario) son propiedad de Roberto Rodriguez y Viajemosblog (2014).