Viena: entre Stephansdom y Ringstraße


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Si existe alguna ciudad la cual se puede visitar infinitas veces y conocer siempre algún sitio nuevo, esa es sin duda Viena. Monumental, imperial, majestuosa por donde se la mire, la capital de Austria tiene todo y un poco más. Esta fue mi tercera visita a la ciudad, y no me canso de decir que es una de mis favoritas.

Viena se encuentra a orillas del Danubio y fue fundada por tribus celtas alrededor del año 500 antes de Cristo. Los romanos la llamaron Vindobona, y sirvió hasta la  caída del Imperio como punto de defensa ya que el Danubio era el límite natural entre los romanos y los bárbaros. Luego llegaron las invasiones bárbaras y más tarde la conquista de Carlomagno. Fue también capital de Hungría, y desde el siglo XV hasta las guerras napoleónicas fue capital del Sacro Imperio Romano Germánico, ya que era residencia habitual de los Habsburgo. Desde la caída de Constantinopla en poder de los otomanos, el Imperio Turco se interesó por dominar la ciudad que fue sitiada en dos oportunidades, pero nunca conquistada.

Durante la segunda mitad del siglo XIX, Viena se convirtió en una gran ciudad, multiplicando en un siglo su población por diez. Austria se alió con Hungría y en 1867 Viena fue designada capital del Imperio Austrohúngaro, llegando a ser un centro cultural, político, industrial y artístico de primer nivel. En 1916 la población de la ciudad superaba los dos millones de habitantes, y Viena se convierte en la tercera metrópolis más grande de Europa. Es la época más gloriosa de la monarquía, con Francisco José I como emperador. Sin embargo, la derrota austrohúngara en la Primera Guerra Mundial hace desaparecer gran parte de ese esplendor. En octubre de 1918, estalla una revolución en la ciudad pidiendo la disolución de la monarquía; ese fue el fin de los Habsburgo que gobernaban el país desde 1278.

Puerta de los Gigantes y Torres Paganas - Catedral de San Esteban
Puerta de los Gigantes y Torres Paganas – Catedral de San Esteban

Luego de desayunar, inicié mi recorrido bien temprano desde la emblemática Catedral de San Esteban o Stephansdom, ubicada en el centro de la ciudad antigua, y si bien ya la había visitado anteriormente, no podía dejar de volver a verla. La obra fue iniciada en el año 1304 por el Duque Rudolf IV de Austria, pero se levantó sobre las ruinas de dos iglesias anteriores. La primera había sido consagrada en 1147 y la segunda menos de cien años más tarde. Todo lo que queda de la iglesia original del siglo XIII está representado por la majestuosa Puerta de los Gigantes o Riesentor y las Torres Paganas o Heidentürme, ambas de una altura tal que no es fácil mirar hacia arriba sin perder el equilibrio. La nave gótica, el coro y las capillas laterales son el resultado de reconstrucciones posteriores que tuvieron lugar entre los siglos XIV y XV, aunque más tarde se agregaron también algunas obras barrocas. El edificio posee dos torres: la Torre Sur, de 137 metros de altura y la Torre Norte de 68 metros de altura, que si bien había sido planificada igual a la Torre Sur, no se terminó de construir y fue cerrada con una cubierta renacentista. Otra característica que quedó en mis retinas es el colorido techo de azulejos que fue perfectamente restaurado luego de los bombardeos sufridos por el edificio a finales de la Segunda Guerra Mundial.

Reloj Anker en Hoher Markt
Reloj Anker en Hoher Markt

Saliendo por las entreveradas calles de la ciudad vieja, caminé hasta Hoher Markt, la plaza más antigua de la ciudad, donde en tiempos medievales estaban los mercados del pescado y de las telas. Uniendo dos edificios de oficinas que rodean la plaza, se distingue claramente el Reloj Anker o Ankeruhr, que fue completado en 1914 a pedido de una compañía de seguros. Está construido de bronce y cobre y cada hora pasa de un lado al otro del reloj una procesión de distintos personajes históricos, con un sonido musical de fondo. El mejor momento para verlo es el mediodía, y allí me dirigí antes de las doce, cuando ví que empezaron a reunirse muchos turistas a su alrededor. A esa hora, el desfile incluye el pasaje completo de los doce personajes.

Imagen sobre una caja en la vidriera de Demel Konditorei
Imagen sobre una caja en la vidriera de Demel Konditorei

Siguiendo por Kohlmarkt, me detuve unos instantes en la peatonal Graben, donde se encuentra la Columna de la Peste o Pestsäule, erigida luego de la plaga de 1679, siendo una de las más imponentes columnas barrocas. También muy cerca de allí pude divisar la fachada de Peterskirche, que fuera modelada en base a la Basílica de San Pedro en Roma, aunque claramente no es tan impresionante. Continué por Kohlmarkt hasta llegar al número 14, sitio de una de las más famosas confiterías de la ciudad: Demel Konditorei. Esta empalagosa pero reconfortante parada fue fundamental para mí, ya que siendo un fanático del chocolate y estando en Viena, no tenía muchas alternativas para evitarla. Este negocio fundado en 1785, todavía utiliza su patente imperial, y fue adquirido por el pastelero Christoph Demel en 1857. El interior está decorado en estilo del siglo XIX y allí disfruté de un excelente té con una generosa porción de torta de chocolate que sirvió para endulzar la jornada completa.

Ya en Michaelerplatz  pude admirar la puerta de ingreso al complejo del Hofburg, con una imponente cúpula verde dominando la fachada norte, que se conoce como Michaelertrakt. Lo primero que vino a mi mente fue la imagen del emperador ingresando por allí en las épocas doradas de las que tanto nos habla la historia. Pero antes de ingresar, decidí continuar por Augustinerstraße hasta llegar al Museo Albertina, que si bien es famoso por su colección de dibujos, para mí fue extremadamente útil para algo más trivial: tiene una terraza desde donde pude observar el grandioso edificio de la Opera o Staatsoper.

La Opera de Viena
La Opera de Viena

Este imponente edificio de estilo neorrenacentista se inauguró en 1869 con la opera Don Giovanni de Mozart. Fue el primero en construirse sobre la Ringstraße, el famoso boulevard que rodea el casco antiguo de Viena y que fuera levantado en 1857 cuando por decisión de Francisco José I se derribaron las murallas que protegían a la ciudad. En esta gran avenida se construyeron elegantes edificios además de la Ópera, como la Universidad, el Ayuntamiento, el Parlamento y varios museos.

Detalle de uno de los edificios del Hofburg
Detalle de uno de los edificios del Hofburg

La caminata a lo largo de  la Ringstraße fue larga pero especial. Lo mejor fue que pude hacerla a paso lento para no perderme nada de lo que veía a uno y otro lado de la arbolada avenida por donde corrían amarillos y rojos tranvías. Primero me acerqué al Hofburg y admiré su otra cara no menos imperial que mira hacia el lado sur. Este gigantesco complejo alberga los antiguos apartamentos imperiales, varios museos, una capilla, una iglesia, la Biblioteca Nacional, la Escuela de Equitación de Invierno y las oficinas del Presidente de Austria. Cada uno de diferente estilo y tal vez excesivamente ornamentados, por ellos pasaron durante seis siglos los distintos personajes que definieron la historia del país.

Del otro lado de la calle, los Museos de Historia del Arte y de Historia Natural, se miran uno al otro a través de los espacios libres que deja la plaza. Más adelante, se impone el esplendoroso blanco del edificio del Parlamento de estilo neoclásico, y a su frente, la voluptuosa fuente de Pallas Atenea, diosa de la sabiduría. Finalmente, llegué al sitio donde se levanta la inconfundible figura del Burgtheater, el más prestigioso escenario del mundo germanoparlante. Frente al teatro, del otro lado del Ring, se yergue el edificio del Ayuntamiento Nuevo o Neues Rathaus, con una torre central de cien metros de altura.

La fascinación por la ciudad era cada vez mayor, pero el tiempo no alcanzaba para verlo todo en un día. Así son las grandes metrópolis europeas y Viena no es una excepción. El paseo por los palacios quedaría para otro día, ya que había llegado el final de una calurosa jornada y de la romántica caminata por esta parte de la ciudad. Estaba cansado pero feliz de haber podido apreciar las maravillas que Viena tiene para ofrecer. Como cierre, me esperaba una cena al aire libre en un concurrido Biergarten del barrio de Ottakring. De plato principal nada mejor que un delicioso Wiener Schnitzel, y como entorno una frondosa arboleda que traería la esperada frescura del anochecer.

© Todos los textos e imágenes (a menos que se indique lo contrario) son propiedad de Roberto Rodriguez y Viajemosblog (2014).

10 comentarios sobre “Viena: entre Stephansdom y Ringstraße

  1. Viena era un sueño que tenía desde niña. A veces me daba miedo ir y que me desilusionara, pero cuando por fin la visité me di cuenta que era mejor aún de lo que había imaginado. Sólo estuve 3 días y me quedé con ganas de más. Tu relato ha aumentado el deseo de regresar y seguir descubriendo rincones como los que aquí mencionas. ¡Feliz día!

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  2. A mi Viena me gusto muchisimo, es una ciudad muy señorial y elegante, casi perfecta, repleta de edificios majestuosos y con un aire de sofisticacion como pocas ciudades. Una ciudad a la que me gustaria regresar sin dudas.
    Sin embargo me gustaron mas Budapest y Praga. Es cuestion de gustos pues las tres son maravillosas! Saludos.

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